lunes, 30 de julio de 2012

Con el anuncio de la I Jornada de la Red, nos despedimos por vacaciones. Agradecemos las excelentes colaboraciones de nuestros colegas y la buena acogida que ha tenido el Blog en esta primera temporada.  
¡Nos vemos de nuevo en septiembre! 


I Jornada de la Red Psicoanálisis y Medicina
Psicoanálisis y medicina, hoy

El psicoanálisis nació a finales del s. XIX en el seno de la medicina a partir de la investigación acerca de las enfermedades que se resistían al tratamiento médico pero cedían con el uso de la palabra. Pasada la primera mitad del s. XX, la conferencia de Jacques Lacan, Psicoanálisis y medicina trata del lugar del psicoanálisis en la medicina, cuestión que todavía hoy está abierta seguramente por razones estructurales.
La relación entre psicoanálisis y medicina es siempre singular porque se produce en cada ocasión en que psicoanalistas y profesionales de la medicina ponen su práctica a colaborar, a debatir, a trabajar: no son conexiones abstractas. Por eso es una relación en la que no establecemos protocolos, ni fórmulas, si no que propiciamos las condiciones del encuentro a partir de la práctica y la conversación.
¿Cómo se establece este lugar en el s. XXI? ¿Cómo se configura en la práctica de cada profesional?
El texto Psicoanálisis y Medicina que tomaremos como referencia para el debate de estas primeras Jornadas de la Red, fue presentado por Jacques Lacan en una mesa redonda realizada el 16 de febrero de 1966, en la Salpêtrière.
Muchas de las cuestiones planteadas en esta conferencia son de gran actualidad. Se anticipa el rápido cambio que se producirá en la función del médico y las consecuencias de la influencia del discurso científico en su práctica. Y se advierte de que el encuentro del organismo con el lenguaje comporta la pérdida de la naturalidad.
El médico se encuentra enfrentado a problemas nuevos y Lacan organiza la presencia del médico en el mundo en dos dimensiones: la primera es la de la respuesta a la demanda del enfermo, dimensión en la que sitúa “la posibilidad de supervivencia de la posición propiamente médica”. La segunda dimensión en juego es la de la ética cuando toma su referencia del goce.
"Psicoanálisis y medicina" sigue siendo un referente para practicantes de la medicina y del psicoanálisis. En esta ocasión nos acercaremos a él a partir de frases puntuales extraídas del texto para conversar acerca de la situación actual de esta relación.  


La jornada se organizará en torno a dos ejes que son las dos dimensiones que encontramos en el texto:

1.      La demanda y la función del médico

  •    "Es Galeno quien escribió en su tratado que el médico en su mejor forma es también un filósofo" (P.87)
  •    “Lo que indico al hablar de la posición que puede ocupar el psicoanalista, es que actualmente es la única desde donde el médico puede mantener la originalidad de siempre de su posición, es decir, la de aquel que tiene que responder a una demanda de saber, aunque sólo se pueda hacer llevando al sujeto a dirigirse hacia el lado opuesto a las ideas que emite para presentar esa demanda” (Pág. 97)
  •     "En la medida en que más que nunca la ciencia tiene la palabra, más que nunca se sostiene ese mito del sujeto supuesto saber, y eso es lo que permite la existencia del fenómeno de la transferencia en tanto que remite a lo más primitivo, a lo más arraigado del deseo de saber" (Pág. 98)

  1. La ética y el síntoma corporal
  •    “Permítanme delimitar más bien como falla epistemo-somática, el efecto que tendrá el progreso de la ciencia sobre la relación de la medicina con el cuerpo” (Pág. 92).
  •     "Voces, miradas que se pasean, eso es algo que viene de los cuerpos, pero son curiosas prolongaciones que al primer aspecto, e incluso al segundo o al tercero, sólo tienen pocas relaciones con lo que yo llamo la dimensión del goce. Es importante localizarla como polo opuesto, pues ahí también la ciencia está vertiendo ciertos efectos que no dejan de comportar  algunas apuestas" (Pág. 93)
  •     “¿Qué podrá oponer el médico a los imperativos que lo convertirán en el empleado de esa empresa universal de la productividad?” (Pág.98-99)

El texto de la conferencia se encuentra en "Intervenciones y textos 1" en Editorial Manantial. Las páginas reseñadas corresponden a esta edición.


Comisión: Santiago Castellanos, Araceli Teixidó (responsable) y Liana Velado.

Lugar: Sala do Consello do Goberno, Reitorado da Coruña.
Paseo de la Maestranza, 9 - A Coruña 15001
Fecha: 9 de noviembre de 2012 de 16 a19 h.
Colaboración con los gastos: 15 € a pagar in situ
Se ruega formalizar inscripción enviando un correo a lianavelado@gmail.com
AFORO LIMITADO

lunes, 23 de julio de 2012


LO QUE LA BAJA VELA por Carolina Tarrida

Una de las causas más generalizadas apuntada tras la baja laboral, es el diagnóstico de depresión. Bajo este significante se convocan multitud de manifestaciones clínicas tanto de orden somático como psíquico. En muchos casos, un tal diagnóstico, deja al sujeto fijado a una llamada patología que no hace si no dejarlo en una posición de irresponsabilidad, y por tanto de indignidad, alejándolo de la exigencia ética esperable del bien-decir sobre su malestar.
Este fenómeno que encontramos en la actualidad, el exceso de este tipo de diagnósticos de depresión, viene a engrosar el principal rasgo de este afecto según Lacan, a saber, la cobardía moral. De hecho, Lacan no recorre a la psiquiatría para pensar esta categoría diagnóstica sino que se dirige hacia la patrística, hacia un pecado capital llamado Acedia, para colocarla del lado de la falta moral. Hay una traición del sujeto hacia sí mismo, en el sentido de traicionarse en el propio deseo y no hacerlo valer mediante el bien-decir, saliendo así del puro senti-miente. Partiendo de la base de que el afecto engaña, hay que introducir algo del pensamiento según Lacan, algo del lenguaje. No se trata de un síntoma, sino de un desfallecimiento en el lenguaje. No hay falta clínica, ni del lado del ser, ni del lado del goce, sino que es una falta de otro orden. Es un defecto del bien-decir.
Podemos pensar entonces, que el hecho de proporcionar como etiqueta ese significante al sujeto escondido en ese afecto, no hace sino encubrirlo más en su silencio que ya no requiere de ningún sentido más, ya no invoca ningún decir más. Tenemos el diagnóstico y tenemos el tratamiento. En medio el sujeto en silencio. Se podría pensar que se trata precisamente de intervenir en ese en medio en el que queda escondido el sujeto, en ese intervalo, para abrir una brecha mediante la puesta en duda del sentido cerrado de ese S1, y dar lugar así a algo del discurso a construir del sujeto. Desengancharlo de ese sentido que viene dado. Cottet en su artículo nos dice que se trata “de una enfermedad esencial al discurso del amo, que comporta un rechazo de la lucha”[1].
J viene al Cpct tras haber estado casi un año de baja laboral por depresión. La depresión se la ha causado un jefe “arbitrario y déspota” con el que no ya no sabe como relacionarse. Viene a pedir “armas” para ello. Su queja se apoya en la frialdad de una sociedad deshumanizada, que no tiene en cuenta a las personas buenas y sensibles, y contra la que el débil no puede luchar. Antes las empresas no eran así. Él es buena persona, sensible, y no puede hacer nada contra los poderosos que abusan de su poder sobre los débiles. Él huye del enfrentamiento, cree en la capacidad de entenderse hablando, dialogando, etc. Se hace difícil abrir algo más en su discurso. Poco a poco puede ir hablando de aquello sobre lo que él ha fundado su posición, y que le lleva a introducir algo de su historia familiar. Está luchando por preservar sus valores de solidaridad, compañerismo, servicio a los demás, el no enfrentamiento, tal como hizo su madre. Una vez identificado eso, puede dar lugar a una nueva pregunta que caerá más del lado del goce puesto en ese malestar: si se da cuenta del daño que le hace esa lucha, del precio que paga por ello, ¿por qué no puede dejar esa adicción? Poniendo el acento en ese significante adicción (a-dicción, que lo introduce en una nueva dicción), se cierra ahí el trabajo en el Cpct y se deriva a trabajo analítico en otro lugar. Esta viñeta quizás permitiría ver algo de esa separación que se pudo operar de algún modo respecto a ese “estar de baja por depresión”, S1, para poder dar lugar a la significación más particular que tuvo su malestar para él, y haber podido abrir ahí la brecha necesaria para acoger la serie de significaciones que él le puede dar a su malestar.  

Ahora bien, para que pueda dar ese movimiento, se debe poder plantear la posibilidad de perder algo. Salir de ese silencioso goce, implica perder algo de él.

C, una mujer joven alrededor de los 30, es finalmente despedida tras varias bajas laborales por ansiedad. No entiende qué le pasa. Ella en “su día a día” está bien, pero a veces se siente mal y no lo ha hablado nunca con nadie. Hasta ahora creía que podía sola. Hace 10 años perdió a tres miembros de su familia en un lapso de tiempo de 5 años. Al ser preguntada sobre el porqué de consultar ahora, apunta a que algo ha empeorado en los últimos 6 meses desde que perdió el trabajo. Coincidió con que su madre sufrió un infarto y está esperando que le implanten un marcapasos. Todo lo que había permanecido en un silencio pactado implícitamente por la familia hasta entonces, vuelve en ese momento. En las primeras sesiones, al hablar sobre lo que pasó con esas bajas laborales hasta llegar al despido, se refiere sólo a la injusticia que hizo la empresa con ella, no entendieron nada de lo que ella dio, habla de rivalidades internas, del mobbing que una compañera le hacía tras un ascenso, etc. Más allá de eso, aparece una dificultad de separación respecto a ese dolor silencioso familiar. Cuando algo sucedía en la familia, ella salía corriendo de la oficina, pasaba a “otra escena”, no puede evitarlo. Nada parecía importar más. Quería ayudar a su familia, estar ahí; total, no le costaba nada. Al señalar este “no costaba nada”, aparece que el precio es su “día a día” representado en la pérdida de su trabajo (ya sea temporal en las bajas o definitivo en el despido). Pierde eso con lo que ella contaba como algo valioso, ahí donde ella estaba bien. Después de esta sesión, se apunta un trabajo de duelo que había intentado posponer o anular bajo ese silencio, “quedando pegada a esa escena dolorosa silenciosa”. Tras una cierta separación de ese silencio familiar que se da ya por el simple hecho de dirigirse al Cpct a hablar con Otro, apunta a algo de la separación de su propio dolor respecto al de su madre concretamente, y queda emplazada a trabajar en otro lugar si así lo decide para “dejar de ser penitente junto a su familia”.
Otra separación menos aparente que ilustra también esta viñeta, es respecto a los significantes que la habían estado encubriendo hasta entonces, a saber, baja laboral, mobbing, etc.   

Tras estos dos ejemplos, y entendiendo el tema que nos ocupa como algo que toca a las nuevas modalidades del vínculo social, podríamos tomar como referencia la ponencia de Hebe Tizio en las últimas jornadas del Cpct Barcelona[2], cuando afirmaba refiriéndose a la precariedad, que se trata de poder escuchar algo de “las diferentes declinaciones cuando se introduce la subjetividad” abriendo la posibilidad de pensar esos significantes que aparecen como producto de la globalización y la llamada hiper-modernidad, en términos de plural. Así como Tizio propone entonces su título en plural, “Precariedades”, parece igual de oportuno pensando nuestro objeto de reflexión, la baja laboral, desde el trabajo a realizar en el Cpct: pasar de la baja laboral a las bajas laborales, en tanto en cuanto nos ocupamos del uno por uno, y no obturamos la diversidad bajo el pretendido enunciado único que propone la globalización, en su intento de globalizar incluso los malestares, de los que afortunadamente desde el psicoanálisis aún podemos llamar sujetos.
NOTA: Texto preparatorio para la ponencia “Baja Laboral S.A” que los miembros del primer Stage Cpct-Barcelona presentamos en el Encuentro Internacional Pipol 3 “Psicoanalistas en contacto directo con lo social” (2007)




[1] Cottet, S. “La belle inertie”. Ornicar ? revue du Champ freudien, nº 32, janvier-mars 1985, p.68-86
[2] Notas sobre ponencia de Hebe Tizio titulada “Precariedades”, en la II Jornada del Cpct en Barcelona, en Octubre 2006, bajo el título “Globalització i modalitats del víncle social: efectes subjectius”

lunes, 16 de julio de 2012


BIOÉTICA Y COMITES DE ÉTICA
Por Esther González

En las últimas décadas el progreso de la ciencia ha supuesto un cambio radical en la medicina, ofreciéndonos la posibilidad de resolver problemas que antes no tenían solución; pero también dando lugar a la aparición de dilemas muy complejos.
En el S XVII comienza la tecnociencia, donde el conocimiento científico sirve de forma directa al desarrollo técnico, desapareciendo la brecha entre investigación pura y aplicación. El cuerpo en medicina se empieza a concebir como una máquina y la unidad del cuerpo queda fragmentada en órganos y sistemas.
Posteriormente la biología introduce un saber en la medicina que no puede pensarse sin la efectividad técnica: nace la biotecnología, tecnociencia aplicada a lo vivo y que no distingue entre conocimiento y aplicación. La medicina pasa a ser experimental y se justifica el progreso científico a pesar de que, en muchas ocasiones, hay un claro conflicto entre progreso científico y bienestar humano.
En los años 90 la Medicina Basada en la Evidencia se presenta como la posibilidad de disponer de información fiable, capaz de dar respuesta a cualquier pregunta durante la práctica clínica. Si bien Gordon Guyatt, uno de sus fundadores, advierte: “La evidencia por si sola nunca es suficiente para tomar una decisión en clínica; se trata de un complemento, no de un sustituto de la experiencia y del juicio clínico”.
Los últimos avances en investigación genética abren otro gran campo de debate, donde algunos autores se hacen la pregunta sobre si no estaremos en el umbral de un supermercado genético. Con el desarrollo de la neurociencia se habla de medicina “perfectiva” o de intervenciones de mejora en humanos.
Pero el uso indiscriminado de la ciencia y la posibilidad de intervención en lo más íntimo de las personas, pone en juego no sólo los medios de la medicina sino también sus fines, como señala el informe “Los fines de la medicina” del Hastings Center de Nueva York.
La medicina moderna tiene tal capacidad de intervención en el cuerpo humano que, a partir de los años 70, algunos profesionales se empiezan a preguntar si todo lo que es técnicamente posible debe ser llevado a cabo o no. Se  interrogan por la posición ética de su práctica y sus preguntas las dirigen a la filosofía; el objetivo es mostrar que ninguna decisión médica es justificable si no se toma en cuenta al paciente. Nace la Bioética y se pone en cuestionamiento el ideal de cientificidad y objetividad.
Aparece un campo de reflexión sobre los principios que orientan a los profesionales en su práctica clínica; los avances de la ciencia producen un cambio de posición en el médico, donde su juicio clínico ya no es una brújula, como señala Lacan en 1966
Uno de los problemas que se plantean, es si la ética es una lógica intrínseca de la ciencia moderna o se trata de algo externo a la misma, que debe regirla y regularla, siendo entonces necesario un discurso que sostenga lo que la tecnociencia no puede sostener: la responsabilidad ética. La forclusión del sujeto operada por la ciencia deja a esta por fuera de la ética.
El intento de la Bioética es la humanización de la asistencia sanitaria; se interrogan sobre la práctica clínica actual, donde el acto médico queda borrado, sustituido por los resultados de los ensayos clínicos y anulando el valor clínico del síntoma y la palabra.

Se plantea la pregunta acerca de quien tiene que tomar decisiones que afectan al cuerpo de una persona; la relación clínica queda constituida, del lado del profesional, el que tiene la información técnica y del lado del paciente, el que tiene la capacidad de decidir.         
Construyen un paciente ideal, capaz de reflexionar y tomar decisiones en cualquier circunstancia; sin tener en cuenta sus vacilaciones, limitaciones y la situación de fragilidad en la que se encuentra. Sin darle tiempo para comprender. 
Colocando al profesional en un lugar también ideal, a la búsqueda de la excelencia; sin tener en cuenta que si la práctica clínica está aplastada por la tecnología, esto tiene efectos  en los profesionales.
El profesional, lo quiera o no, está involucrado en su práctica; cada vez más angustiado, culpabilizado y desorientado. No sabe donde dirigir sus preguntas, ni donde puede ser escuchado; su sufrimiento no pasa por la palabra, en todo caso por alguna reacción puntual de desahogo o impotencia en el ámbito privado, entre compañeros. Para seguir adelante con el imperativo de conseguir la eficacia, la eficiencia y la excelencia.
La Bioética cuenta con una figura institucional específica, los Comités de Ética (CEA) que surgen con el fin de ayudar cuando hay conflictos entre los valores éticos del profesional o entre los del profesional y el paciente; su labor es fundamental para asesorar o proponer protocolos u orientación de actuación en casos de conflicto ético.
Utilizan la deliberación que toman de Aristóteles; el diálogo deliberativo busca el entendimiento, discutiendo racionalmente los distintos puntos de vista para encontrar la mejor elección. No se puede hablar de calidad asistencial sin tener en cuenta los valores humanos y los principios éticos implicados en la misma.
Los CEA aparecen en un momento de impasse del discurso médico-científico; discurso que hasta ese momento, era suficiente para responder a los problemas que derivaban de su práctica. Se crean como un intento de establecer un lugar donde el discurso de la ciencia esté atravesado por la palabra y donde la interrogación sobre la práctica clínica sea posible.
Pero en muchas ocasiones se observa en su funcionamiento una tendencia hacia lo jurídico, plantea Diego Gracia, acorde a la norma establecida, en lugar de plantear el interés subjetivo que puede presentar un dilema médico. 
Para terminar quisiera comentar que hace ya siete años, decidí solicitar formar parte del CEA en el hospital donde entonces trabajaba.
¿Qué lugar para alguien orientado por el psicoanálisis en un CEA? Sostener esta pregunta es estar advertido para no dejarse arrastrar por la inercia de producción de protocolos, procedimientos y guías de buenas prácticas tan instalada en las instituciones.
Laurent plantea que el analista en la institución no es aquel que agrega un saber técnico más, sino el que trabaja para recordar que si el Otro está barrado; si la instancia simbólica no alcanza lo real que insiste, buscar el buen reglamento está condenado al fracaso. Es una indicación política que aporta el psicoanálisis ya que si la posición simbólica bastara no habría necesidad de hacer política; bastaría que la Administración hallara las buenas normas y las aplicara.
Cómo introducir entonces algo de lo que no va, para que la interrogación tenga un lugar. Contaré lo que considero un ejemplo: el hospital encargó al CEA unas Jornadas sobre cuidados al final de la vida, tema actual y controvertido, ya que coloca al profesional frente a una pregunta ¿Cuándo parar?
Mi propuesta fue que los profesionales formalizaran algo del efecto que tiene para ellos proporcionar estos cuidados, que se pudiera hablar de la angustia, las contradicciones, los límites, de lo que no va y no tanto la aplicación de protocolos o de planes de cuidados.
Fueron unas Jornadas diferentes, desde luego sin tantas cifras, donde algunos de los ponentes hicieron el esfuerzo de sostener una enunciación propia y cuyo efecto se dejó sentir también en el animado debate que siguió a las presentaciones.


*Texto presentado en las X Jornadas de la ELP celebradas en Zaragoza en 2011

BIBLIOGRAFIA

-Psicoanálisis y salud mental. Eric Laurent. Ed. Tres Haches
-Qué es la ética aplicada. Michela Marzano. Ed. Saber
-Ética Clínica. V.V.A.A. Ed. Ariel
-Psicoanálisis y medicina. Intervenciones y textos. Jacques Lacan. Ed. Manantial
-Bioética, Salud mental y Psicoanálisis. V.V.A.A. Ed. Polemos
-La deliberación moral: el método de la ética clínica. Diego Gracia. “Bioética para    clínicos” Proyecto del Instituto de Bioética de la Fundación de Ciencias de la salud
-Los fines de la Medicina. V.V.A.A. Cuadernos de la Fundación Víctor Grifols i Lucas  nº11

martes, 10 de julio de 2012

El Dr. House o el furor curandis en el siglo XXI

Por Silvia Grases.

Personaje controvertido, que despierta pasiones de amor y odio tanto entre los miembros de su equipo televisivo como entre los espectadores de la serie, House es un médico singular. Rige su práctica siguiendo férreamente dos curiosos principios: no visitar a los pacientes -¡y mucho menos hablar con ellos!- y tratar la enfermedad por encima de lo que el paciente decida.
El Dr. House deduce el primer principio de su saber sobre la existencia del sujeto del inconsciente: él sabe de la división entre el yo y el sujeto, es decir, sabe que el paciente habla de su verdad subjetiva. “¡Todos los pacientes mienten!” afirma, entre irritado y categórico, House. Él sólo está interesado en los hechos objetivos y los datos. Desprecia la palabra de los pacientes porque la considera mentirosa. Para House, la manera de afrontar el malentendido del lenguaje es prescindir de él con los pacientes.
Su segundo principio, tratar la enfermedad a toda costa, está guiado por el furor curandis. House es un médico no atravesado por un deseo de curar ético. Un deseo así tiene en cuenta la falta, los límites: sabe de la imposibilidad. Pero no es esto lo que mueve a House. A él le atraen los casos más difíciles, los que muestran de entrada el límite de la vida y de la ciencia; y le interesan para volcar en ellos su furor curandis, un deseo de curar extremo que reniega de la falta y que por ello resulta sumamente peligroso. En este sentido, House nos ofrece un ejemplo extremo, una caricatura de lo que puede ser el furor curandis en el siglo XXI, cuando la ciencia cede en su ética. Y nos hace reclamar la restitución de dicha ética al acto médico, y apoyar las reivindicaciones de aquellos profesionales que fundamentan su práctica en un deseo de curar ético, aquellos para los cuales la medicina es, ante todo, la práctica de una vocación.
La serie del Dr. House da bien en pantalla: resulta atractivo ir siempre un poco más allá, vencer a la muerte. Pero por el camino quedan pruebas dolorosas para las que se obtiene el consentimiento de forma dudosa, intervenciones quirúrgicas innecesarias, fallos orgánicos irreversibles consecuencia de una indicación farmacológica no fundamentada. Para House lo primero es la enfermedad y lo último, el paciente.
Sin embargo, House seduce a un amplio auditorio, y lo hace porque sabe del inconsciente, de la existencia del sujeto y del goce. Seduce porque, sabiendo todo eso, consigue hacer creer, por un tiempo, que podemos prescindir de ello sin consecuencias. Seduce porque es capaz de mantenerse a distancia de los engaños imaginarios y también del fantasma de cada sujeto. Esto nos lo muestra bien la serie: mientras los médicos de su equipo a menudo quedan enredados en su fantasma, es decir, en las creencias con las que acaban de dar forma a su propio dibujo sobre las personas y la vida, House no. Esto le permite ir más allá en su práctica médica, llevar más lejos sus investigaciones, guiado por una visión lúcida, no contaminada por falsas creencias. Ahora bien, es esto mismo lo que lo conduce a lo peor: House es prisionero de un goce devastador. Vive sólo para dos cosas: la primera, perseverar en una práctica de la medicina por completo alejada de la ética del deseo de curar y orientada sólo por el furor curandis con el que intenta mantener alejada la falta, borrar la imposibilidad, y la segunda, sumirse él mismo en el goce de la automedicación. La existencia de House está marcada por el dolor de su pierna y especialmente por el desgarrador dolor de vivir; pero más aún por su obstinada lucha para esquivarlo, adormeciéndolo permanentemente con calmantes. Autoexcluido de la relación con los otros, House es un ser que tanto nos seduce con sus diagnósticos brillantes y su aparente libertad de vida, como nos perturba con su patética existencia.

miércoles, 4 de julio de 2012

Los obstáculos en la prevención.


Por Lierni Irizar.

El estudio de diferentes teorías relacionadas con el ámbito médico me ha permitido constatar que entre los saberes que hoy se ocupan del estudio de la enfermedad (historia de la medicina, bioética, filosofía, antropología), sólo el psicoanálisis se ocupa de la cuestión del goce, concepto lacaniano que da cuenta de esa relación tan compleja del humano con la satisfacción y que supone que no siempre desea su bien, tal y como Freud lo planteó a través del concepto de “pulsión”. Goce que permite comprender que más allá de lo racional, hay aspectos inconscientes que rigen la vida de las personas. El campo que más conozco, el del VIH, es un claro ejemplo de las dificultades que plantea no tener en cuenta esta realidad.

Una de las preocupaciones fundamentales en el campo del sida es la prevención y más concretamente el fracaso en la prevención. Está demostrado que sólo un pequeño porcentaje de personas informadas sobre los mecanismos de transmisión del VIH y sobre cómo prevenirlo modifican su comportamiento. Hay una conciencia clara de la existencia de una brecha entre la información y la acción y que muchas personas, a pesar de estar bien informadas, no practican sexo seguro.

Este problema se hace aún más patente ante la constatación de la existencia de algunas prácticas como el “bareback” (bareback sex, barsex o barebacking) que se refiere al sexo sin preservativo practicado de forma intencional y premeditada entre las personas que intervienen en dichas prácticas. Quienes lo practican utilizan el término “a pelo” o “al natural”. Prácticas en grupo que incluyen la presencia de alguna persona que vive con VIH y que se convierten en un tipo de ruleta rusa sexual. Otra práctica es el llamado “serosorting” que supone escoger a las parejas sexuales en función de si están o no infectadas por VIH, de modo que quien está infectado busca personas que compartan su situación y quien no lo está busca parejas que tampoco lo estén. La elección se realiza teniendo en cuenta la apariencia física de su posible pareja, la información que se tiene de ella o preguntando directamente si está o no infectada por VIH. Lo que se busca es tener relaciones no protegidas. Son prácticas fundamentalmente desarrolladas entre hombres que practican sexo con hombres, aunque no siempre, y se afirma que van en aumento.
Los motivos que desde las administraciones y muchas organizaciones civiles se atribuyen para explicar este tipo de prácticas son: el cansancio en la prevención, el relajamiento porque se ha cronificado la enfermedad, es decir, que se ha bajado la guardia y/o el consumo de drogas recreativas. Pero estudios cualitativos realizados con personas que realizan dichas prácticas muestran que los motivos expresados son mucho más variados y complejos: soledad y carencias afectivas, búsqueda del príncipe azul que implica que cuanta más gente se conozca más posibilidades de encontrarlo, como muestra de amor, por erotización del riesgo, rebeldía contra las normas que machacan continuamente el uso del condón, evadirse de la conciencia de vivir con VIH y muchas más. Cada sujeto tiene al fin y al cabo sus motivos.

El modo en que las políticas e intervenciones en salud abordan este problema es el de la incomprensión, el escándalo, la condena moral o los intentos por “reeducar” o modificar las conductas.

Los desafíos que plantea la prevención ponen en evidencia que las campañas de información aunque necesarias no son suficientes cuando lo que está en juego es el modo de goce de los sujetos que no es alcanzado por dichas campañas. La información debe ser clara, directa y precisa pero aun así hay que saber que la información de un sujeto depende también de cómo se enlaza con otros aspectos relativos a su organización libidinal, a su deseo y su goce que son “saberes no sabidos”, es decir, inconscientes. El sujeto mantiene una relación complicada con su satisfacción. El modo de goce del sujeto, junto con otros factores personales y sociales, estaría implicado en el hecho constatado de que la información sobre la prevención nunca es suficiente.

Desde la lógica sanitaria, las conductas de riesgo se consideran irracionales o patológicas al suponerse que la protección de la salud es lo más importante para un sujeto. El enfoque racionalista que presupone que una correcta información lleva de inmediato a una medida preventiva, fracasa al no tener en cuenta que en el sujeto inciden, por un lado el imaginario social y los discursos sobre el sida, y por otro la estructura inconsciente. Las campañas de educación sanitaria se dirigen a un sujeto racional, monolítico, que mantiene un control total sobre sí mismo, sus pasiones y deseos. La hipótesis del inconsciente de Freud cuestiona esta idea al plantear al sujeto como dividido, lo que implica un sujeto activo, productor de sentidos que se construyen en base a lógicas diferentes y que se inscribe en un determinado marco histórico-social. Este sujeto estructuralmente dividido, en el que algo se satisface aun a costa de su bienestar, es difícil de aceptar.

Es necesario comprender los comportamientos individuales para propiciar apoyo partiendo del interés por saber cómo son las personas, cómo funcionan, y no cómo deberían ser. Por el contrario, los abordajes actuales se suelen realizar mayoritariamente desde una perspectiva moralizan.

El psicoanálisis nos permite entender que la salud no es siempre la prioridad para el sujeto. En ocasiones, es necesario todo un trabajo previo sobre su vida, su sufrimiento, su síntoma, para que alguien pueda hacerse cargo de las medidas preventivas que le permitan protegerse y proteger a otros. Es fundamental tener en cuenta la complejidad de lo humano, de su sexualidad y de la vivencia de la enfermedad. El psicoanálisis nos enseña que el malestar, el sufrimiento, la falta, forman parte de la vida humana y que solo uno por uno, en la peripecia vital singular, es posible encontrar una orientación para una vida vivible.

LIERNI IRIZAR